Cuando una pequeña revista musical logró entrevistarle en la casa de sus padres de Cambridge, después de veinte años de anonimato, Syd Barrett decía no acordarse de nada. Había pasado mucho tiempo desde que Crazy diamond revolucionase el mundo de la música con tan sólo un single, See Emily Play, y un LP junto a la banda inglesa, The Piper at the gates of dawn. Después, o más bien, mientras tanto, llegaron el LSD y una serie de problemas psicológicos que terminarían con su carrera musical y, posteriormente, con su vida. "Barrett se encontraba siempre fuera de lugar. Se olvidaba de traer su guitarra a las sesiones, rompía material. La mayor parte de las veces, no podía ni sostener la púa", decía Richard Wright, mánager de la banda.
Puede decirse que el inicio de sus problemas mentales coincidió, a la vez, con el despegue de Pink Floyd y su afición por el ácido lisérgico. Gilmour, líder de la banda desde el 85, nunca tuvo muy claro si fue primero el huevo o la gallina: "En mi opinión, su caída hubiese ocurrido de cualquier manera. Era algo con raíces profundas. Pero diría que la experiencia psicodélica pudo actuar como un catalizador. Aún así, no creo que Syd pudiera vivir con la fama y lo que ello conlleva".
Las raíces profundas a las que se refiere Gilmour, fueron la repentina muerte de su padre y el estado de sobreprotección al que le condenó su madre desde que era pequeño. Syd, de pelo largo, ojos profundos, solitario, taciturno y con gran afición por la pintura, nunca encontró su lugar en la pequeña población de Cambridge. "Se supone que todo el mundo debe divertirse cuando es joven. No sé porque, pero yo nunca lo hice". Con 15 años fabricó su propio amplificador. En la secundaria conoció a Gilmour y Waters y, tras formar parte de The Adbabs, germen de lo que sería Pink Floyd, propuso cambiar el nombre de la banda y, así formó uno de los grupos más influyentes de la historia musical. The Pink Floyd Sound. Pink, por Pink Anderson. Floyd, por Floyd Council. Los dos, míticos músicos de blues. La suerte estaba echada.
No tardaría mucho en completar una carrera musical reluciente y efímera como una estrella fugaz. Aún no se sabe muy bien si sufría de esquizofrenia, trastorno bipolar o psicosis. Otra de las versiones, apunta a un posible síndrome de Asperger, un conjunto de desordenes entre los que destaca el autismo. "Cuando realmente saltaron las alarmas, fue en el momento en el que Syd encerró a su novia bajo llave tres días, dándole, ocasionalmente, galletas por debajo de la puerta", relata el crítico Jonathan Meades. "El piso de Syd era un agujero de mierda. El piso más loco del mundo. Siempre había mucha gente. Era como una estación de metro. Tenía dos gatos, uno llamado Pink y otro llamado Floyd. Vivieron con él hasta que abandonó el piso. De vez en cuando les daba ácido a los gatos. Imagínate las escenas que allí se vivían", comenta Mick Rock, fotógrafo de la banda.
A partir de ahí, el resto de miembros de Pink Floyd comenzaron a encontrar insoportable la compañía de Barrett. Faltaba a los ensayos, su estado mental era cada vez más preocupante, y dejaba en evidencia a la banda en cada concierto. Dicen que podía tocar durante dos horas el mismo acorde mirando perdidamente al infinito. Buscaron soluciones. Gilmour pasó a formar parte del grupo. La idea, en principio, era utilizarlo como sustituto en los conciertos. Syd se ocuparía de la composición y grabación en el estudio. Pronto se dieron cuenta de que aquello no era viable. En 1968, de camino a un concierto en Shouthampton lo abandonaron con la crueldad infantil con la que se deja en la carretera a un perro sarnoso. "Recogemos a Syd", "Que le jodan". Ninguno quiere recordar quién pronunció estas palabras. Seguramente a Barrett no le importó en exceso que le echasen de la banda que el mismo formó. Sin embargo, Pink Floyd nunca pudo quitárselo de encima. Nunca pudieron sacar de sus mentes un sentimiento de culpabilidad que todavía hoy les acompaña. Compusieron Shine on you crazy diamond como homenaje. Le dedicaron el disco Wish you were here. La película musical The wall está basada en su personaje.
Syd Barrett se recluyó en Cambridge. Sus apariciones fueron cada vez más escasas. En los ochenta llegó a publicarse que había muerto. Ocupaba su tiempo en la jardinería y la pintura, tratando de olvidar todo lo relacionado con su pasado. Engordó hasta los noventa kilos, se rapó la cabeza, dejó el ácido, pero siguió fumando marihuana compulsivamente y consumiendo alcohol en grandes cantidades. Su familia le internó en un psiquiátrico pero el doctor le declaró incurable. Con la ayuda de Gilmour, Waters, y el productor Malcolm Jones, grabó dos LP´s con canciones que compuso en su retiro: The Madcap Laughs, experimental y con un sonido sucio, magnético y hechizante que perdió en su segundo disco, Barrett, mucho más cuidado musicalmente.
Murió en 2006. No se sabe muy bien como. Se dice que de cáncer pancreático. Lo cierto es que Syd se había quedado prácticamente ciego por la diabetes y, después de la muerte de su madre, vivía en la más absoluta decadencia física y mental. "Estoy muy triste por Syd. No lo he estado durante muchos años. Antes, pensaba que era un truco para escribir chorradas sobre nosotros. Por supuesto que fue importante en la banda y nunca hubiésemos empezado sin el porque escribió todo el material. Nada pudo comenzar sin él, pero, por otra parte, no pudo haber funcionado con él. Fue importante en el rock and roll, pero realmente, no fue tan fundamental en Pink Floyd como la gente cree", comentaba Waters a finales de los ochenta. Pink Floyd emitió un breve comunicado tras su muerte. Tan escueto como su recuerdo. Tan efímero como el éxito.